Hace un tiempo en una entrevista, Gerard Piqué, actual empresario y un ex-jugador de fútbol español muy importante, lanzó una propuesta que podría llegar a cambiar la manera en que se juega este deporte.
“¿Qué es lo que te entretiene más en el fútbol? ¡El gol! ¿Cómo puede ser que un partido termine 0-0? No puede ser que vayas a un estadio de fútbol, te gastes 70, 90, 100 o 200 euros por un partido de Champions y acabe el partido 0-0. Tendría que pasar algo para que esto no fuera así. Una propuesta estúpida, pero para valorarla: ¿Acabas 0-0?, bueno. Cero puntos para los dos equipos. ¿Qué pasaría? En el minuto 70 se abriría el partido.”
Piqué propone que para salvaguardar el espectáculo y garantizar emoción en casi todos los partidos de fútbol, es necesario impulsar a los equipos para que hagan goles. Suena obvio, ¿no? Si el fútbol se trata de hacer goles, pues estimulemos a los equipos a que hagan goles. Como amante del fútbol la primera vez que lo leí me pareció bastante entendible. Sin embargo, con el tiempo le fui echando cabeza y les cuento que estoy en completo desacuerdo. Entiendo el punto del ex-futbolista, su idea es tratar de asegurar que los asistentes a los estadios puedan ver al menos un gol y que así se «pague su boleta». Sin embargo, considero que el 0-0 es clave para el fútbol… y para la vida también. ¿Por qué? Por algo que llevo estudiando hace un tiempo: los ciclos de dopamina.
Los ciclos de dopamina en el cerebro son procesos neurológicos relacionados con cómo anticipamos, buscamos y sentimos placer o recompensa. Esta es conocida a veces como la «hormona del placer» y es la encargada de impulsarnos a realizar acciones para recibir recompensas. Mi generación, las de abajo, e incluso algunas personas de las de más arriba, hoy tienen estos ciclos de dopamina completamente rotos. La tecnología y especialmente las redes sociales han acortado nuestros ciclos de manera impresionante. El contenido que hoy nos entretiene es cada vez más corto y el esfuerzo que debemos realizar para recibirlo es casi nulo. En una hora solo con mover un dedo podemos ver decenas de videos cortos en Instagram, TikTok y otras plataformas que reinician nuestros ciclos constantemente. Si estoy aburrido, abro cualquiera de estas, recibo una recompensa rápida de un minuto y sin reposar, reinicio el ciclo con tan solo bajar la pantalla. Horrible, nuestros ciclos de dopamina son cada vez más cortos y como seres humanos hemos perdido la capacidad de aburrirnos, obligándonos a querer cosas mejores, más rápidas y más satisfactorias todos los días. Nos subimos al ascensor y agarramos el teléfono. Estamos viendo un partido de tennis que está lento y abrimos Instagram. Estamos con nuestros amigos parchando y nos metemos a Twitter. No aceptamos estar ni un segundo aburridos, somos adictos a la dopamina.
En los últimos años he tratado de evitar estos ciclos tan cortos. Ha sido difícil, pues sigo usando mucho las redes sociales y a veces me cuesta mucho aceptar estar presente en el momento. Sin embargo, con el tiempo he ido mejorando y he impulsado mucho los espacios en dónde tal vez me aburra o no tenga el control de mis ciclos de dopamina. Cosas como salir a correr sin audífonos, subirse al carro y no poner música desde el teléfono si no poner la radio, y dejar el teléfono en el cuarto mientras estoy en la sala viendo deportes son pequeñas acciones que le han devuelto la vida a algunas actividades. Comprendí que cuándo estoy «aburrido» las cosas emocionantes o básicas luego emocionan más. Cómo saludar a alguien que me encontré mientras corro; o que salga una canción que me gusta en la radio; o ver un simple gol un domingo a las 11 de la mañana. Estoy aprendiendo que el aburrimiento es un vara que siempre va a tener la misma distancia hacia la emoción, por lo que si mi vara del aburrimiento sube, las cosas que me emocionan también lo harán. Entonces, lo que antes era emocionante ya no lo será, pues se volvió común y parte de lo que veo todos los días. Estoy aprendiendo a gozar las cosas aburridas y hasta las estoy promoviendo cada vez más en mi vida.
Así que estimado Gerard, si bien la regla de los cero puntos que propones hace mucho sentido, no estoy para nada de acuerdo. Si todos los partidos terminan al menos 1-0 entonces ese será el piso del aburrimiento y eventualmente los 1-0 nos aburrirán y estaremos buscando al menos un 2-0 o un 1-1. Hasta que sigamos modificando las reglas y los partidos queden 9-7 y desvirtuemos completamente el deporte. Así que sí, el 0-0 puede ser muy aburrido a veces, pero el fútbol los necesita… y la vida también.
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Me encantó. Aunque admito que soy adicta a la dopamina. Trataré de poner en práctica todo lo que recomendaste👏🏻👏🏻